miércoles, 21 de abril de 2010

¡Sé libre de toda atadura en la mente! Jóvenes Cristianos


Ninguna conversación terminaba en buenos términos. Por el contrario, para Clara todo espacio de interlocución con alguien, se convertía en el terreno propio para armar un disgusto. Luego se justificaba: “Me dijo algo que me ofendió”, o simplemente: “Está buscando mi mal”.

Miraba a los demás con predisposición y cualquier término compartido en una conversación, lo interpretaba como una provocación.

Una bruja a la que consultaba con frecuencia, le había advertido sobre varios compañeros de oficina. “Están trayéndole malas energías”, le dijo. Y Clara de inmediato, creyéndole a un engaño de Satanás, se predispuso con todos los que le rodeaban.

Aunque no quería admitirlo, la maldad tenía establecida en su mente una fortaleza casi inexpugnable, que la llevaba a pensar y obrar con malicia.

Un joven promisorio, por su vivacidad y deseos de superación, con un trabajo que le generaba buenos ingresos, me confesó que se prostituía al salir del trabajo. “No puedo evitarlo—se quejó–. Es algo más poderoso que yo. Necesito del sexo para sobrevivir”.

Producto de leer y ver pornografía e incluso, visitar sitios de perversión, había llegado a creer que era homosexual. El adversario espiritual había sembrado en su mente una fortaleza que le llevaba a pensar que era imposible escapar. Sin embargo llegó a comprender que con ayuda y el poder de Jesucristo, podemos ser libres.

Igual con su vida. Si viene enfrentando embotamiento mental y pensamientos conducentes al fracaso o la lascivia, hoy es el día para ser libre. Con el poder y ayuda de nuestro amado Señor Jesús, éste puede ser el día para disfrutar de una vida plena y comenzar la transformación en su forma de pensar y de actuar.


El propósito de Dios: nuestro crecimiento

El propósito de Dios desde que nos concibió, se orientaba a que disfrutáramos plenamente la vida. A raíz de la pecaminosidad del género humano, es necesario un paso: recibir a Jesucristo como Señor y Salvador. Se produce entonces el perdón de pecados y se nos abren las puertas a una nueva vida. Pero a este proceso hay que sumar otro de suma importancia: que experimentemos crecimiento en dos ámbitos, el espiritual y el personal.

Nuestro crecimiento está dentro de lo que espera el amado Padre celestial de nosotros tal como lo describe una carta del apóstol Juan a líder del cristianismo en el primer siglo: “Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente.”(3 Juan 1:2, Nueva Versión Internacional)

Sin embargo, el plan originar de nuestro Supremo Hacedor se ve impedido por las diferentes estrategias de Satanás, quien sutilmente ejerce una influencia en nuestro alrededor, hasta establecer fortalezas en la mente, desencadenando depresión, desánimo, baja autoestima, fracaso, sensación de derrota e inutilidad y en general, estancamiento espiritual.

Transformación de la mente

Un cristiano debe renovarse. En otras palabras, permitir que Dios opere una transformación en su forma de pensar y de actuar. Cuando asume esta disposición, experimentará verdaderamente crecimiento en dos dimensiones fundamentales: la personal y la espiritual.

Renovarse, entonces, es primordial, como explicó el apóstol Pablo a los creyentes del primer siglo y a nosotros también: “Y no vivan ya como vive todo el mundo. Al contrario, cambien de manera de ser y de pensar. Así podrán saber qué es lo que Dios quiere, es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto.”(Romanos 12:2, Versión Lenguaje Sencillo)

Esa renovación debe ir íntimamente ligada a nuestra nueva naturaleza de creyentes, de hijos de Dios, redimidos por la obra de Cristo. Cambia nuestra forma de pensar y colateralmente se modificarán nuestras acciones, tal como instruyó el apóstol Pablo a los creyentes de Roma: “Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad.”(Romanos 4:22-24, Nueva Versión Internacional)

¿Qué ocurre con los cristianos que no experimentan crecimiento y, por el contrario, viven un continuo revés? Dan un paso adelante, y dos atrás. Puede tratarse de una fortaleza mental que haya establecido Satanás para impedir su crecimiento personal y espiritual. Lo hace a través de pensamientos derrotistas, de fracaso y una opinión miserables de sí mismos. Les hace sentir que jamás lograrán cambiar y que lo mejor, para evitarse frustraciones, es seguir como estaban antes.

Es importante identificar algunas de las consecuencias que establece nuestro adversario en la mente de las personas:

1. Ceguera espiritual

Cierto día alguien buscaba una dirección en un populoso barrio de la ciudad. Se acercó a preguntarme por la calle. Y, para mi sorpresa, nos encontrábamos frente al edificio que buscaba. “Es aquí”, le indiqué. Me miró sorprendido y se excusó: “Realmente no se qué me pasa. He pasado por este lugar muchas veces y a pesar de ser evidente la nomenclatura, no la hallaba”. Tal vez su afán lo tenía cegado.

Igual ocurre con muchas personas que abrieron su mente a pensamientos y acciones de maldad y sobre quienes Satanás ha edificado fortalezas. Presentan ceguera espiritual. No es un fenómeno espiritual, porque en el primer siglo el apóstol Pablo advirtió que había quienes pasaban por esa fase, refiriéndose a muchos judíos pero aludiendo también a muchísimas personas que no aceptaban la verdad de Dios: “No hacemos como Moisés, quien se ponía un velo sobre el rostro para que los israelitas no vieran el fin del resplandor que se iba extinguiendo. Sin embargo, la mente de ellos se embotó, de modo que hasta el día de hoy tienen puesto el mismo velo al leer el antiguo pacto. El velo no les ha sido quitado, porque sólo se quita en Cristo. Hasta el día de hoy, siempre que leen a Moisés, un velo les cubre el corazón.”(2 Corintios 3.13-15, Nueva Versión Internacional)

Quienes han sido cegados por el demonio, rechazan las Buenas Nuevas del Evangelio y aún sabiendo que están en pecado, no quieren cambiar porque tienen cauterizada la conciencia.

2. Ataduras de la carne

Satanás es muy hábil. Por ese motivo y conociendo las debilidades de algunos creyentes, los arrastra de nuevo al mundo de pecado del que les había rescatado el Señor Jesús. Cuando estas personas abren su mente a pensamientos de sensualidad o imágenes de pornografía, entre otros factores externos que les influencian, terminan inclinados a los deseos de la carne nuevamente.

Sobre esta situación advirtió el autor sagrado a los creyentes de Roma, y también a nosotros hoy: “Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz.”(Romanos 8:5,6, Nueva Versión Internacional)

Es imperioso que reconozcamos de dónde nos sacó el amado Salvador y entender que, caer de nuevo en ese mismo fango, es tanto como el esclavo que fue declarado libre en el siglo XIX en el sur de los Estados Unidos. No obstante, a pesar de que no sufría castigos ni arrastraba cadenas, se dejó atraer por uno de los esclavistas, con múltiples promesas y pronto estaba de nuevo sufriendo, sin poder salir de su terrible situación.

Usted y yo no solo actuamos motivados por los instintos. Dios nos dio la posibilidad de escoger, de razonar sobre lo que vamos a hacer. ¡No se deje arrastrar de nuevo por Satanás!

3. Confusión entre pensamientos y acciones

Todos los seres humanos luchamos cuando debemos tomar decisiones. El asunto se agudiza cuando somos cristianos. En el corazón sabemos que debemos ser fieles a Jesucristo, pero Satanás pone a nuestro paso tentaciones y –como niños—nos dejamos llevar por lo que agrada a la carne.

El apóstol Pablo fue claro al advertir: “Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios; pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo. ¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?”(Romanos 7:22-24, Nueva Versión Internacional)

Hace poco encontré a un joven rescatado por Jesucristo de la drogadicción. Incluso, llegó a dirigir un programa cristiano en una reconocida emisora de la ciudad. “¿Qué haces, Juan?”, le pregunté al verlo deteriorado físicamente y en su presentación: “Volví a caer en las drogas. No se qué hacer para salir de esta maldición”, se lamentó.

Hablamos un buen rato del asunto. Concluimos que la decisión de caer nuevamente en pecado es nuestra y nada más que nuestra. Satanás, como hábil engañador, pone el tinglado, quienes terminamos arrastrados por esa inclinación a satisfacer los deseos de la carne, somos nosotros. Y él sabe sacar ventaja de esa situación.

Dominio mental

Satanás, de quien tenemos que tener claro que es nuestro más peligroso enemigo, termina aprovechándose de nuestra insensatez y falta de dependencia del Señor Jesucristo, y establece fortalezas en la mente. Como consecuencia, mina la capacidad de ver la realidad, de reconocer los errores y el pecado, y de tomar decisiones, como la de escapar con ayuda de Dios.

Sobre esta situación el profeta Isaías explicó que quienes estaban al servicio del diablo, terminaban con ataduras mentales: “Con el resto (madera) hace un dios, su ídolo; se postra ante él y lo adora. Y suplicante le dice: «Sálvame, pues tú eres mi dios.» No saben nada, no entienden nada; sus ojos están velados, y no ven; su mente está cerrada, y no entienden.”(Isaías 44:17-19, Nueva Versión Internacional—paréntesis del autor. Cf. Marcos 6:51-53)

No hay razón para que siga atado a una situación lamentable. ¡Es hora de derribar la fortaleza que ha establecido Satanás en su mente y que le impide avanzar y crecer en lo personal y espiritual! Si no se decide, terminará como aquellos a los que se refería el rey Salomón, dominados por la maldad en su forma de pensar: “Tus ojos verán alucinaciones, y tu mente imaginará estupideces.”(Proverbios 23:33, Nueva Versión Internacional).

Una vez tiene gobierno en su ser, el diablo lo convertirá en un instrumento de maldad, en la forma de pensar y de actuar:“¿Acaso ustedes, gobernantes, actúan con justicia, y juzgan con rectitud a los seres humanos? Al contrario, con la mente traman injusticia, y la violencia de sus manos se desata en el país. Los malvados se pervierten desde que nacen; desde el vientre materno se desvían los mentirosos.”(Salmos 58:1-3, Nueva Versión Internacional) y también “El malvado trama el mal en su mente, y siempre anda provocando disensiones. Por eso le sobrevendrá la ruina; ¡de repente será destruido, y no podrá evitarlo! ”(Proverbios 6:14, 15, Nueva Versión Internacional).

Al meditar en este asunto, pienso en lo que ocurre con la hiedra. Es una planta que progresivamente gana terreno. Una vez logra afianzar sus ramas, se apodera de todo lo que encuentra a su paso. Satanás es igual. Tienta sutilmente. Arrastra al mal. Cuando logra su cometido, ataca y domina.

¿Hay forma de romper esta atadura?

Sí hay forma de derribar las fortalezas que Satanás estableció en su mente. Tiene tres elementos. El primero, reconocer que no es en sus fuerzas sino con el poder de Jesucristo, como será verdaderamente libres. El segundo, renunciar a todo pecado y concesión que le haya hecho al pecado, a la perversión y a pensamientos de fracaso y derrota. Y el tercero, además de pedirle a Jesucristo que retome el control de su mente, permanecer unidos a Él, para que conserve esa libertad.

Pablo lo explicó cuando escribió: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.”(Gálatas 5:1, Nueva Versión Internacional). Recuerde siempre que nuestro enemigo es muy hábil y no cesará en su plan de llevarnos de nuevo al pecado, para empoderarse de nuestra mente. El amado Salvador enseñó: “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.”(Juan 10:10, Nueva Versión Internacional)

Filtre toda la información de su mente

No permita que en adelante, sigan almacenándose pensamientos de maldad. Ni la pornografía, ni las conversaciones obscenas o imágenes que trastornan, deben anidarse en su mente.

Lo más aconsejable entonces es poner un filtro, como nos enseña el apóstol Pablo: “Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.”(Filipenses 4:18, Nueva Versión Internacional)

Cuando le damos el primer lugar a Dios en nuestra vida, permitiéndole que gobierne nuestros pensamientos y acciones, no solamente se produce una transformación en nuestra forma de pensar y de actuar, sino que además, difícilmente el diablo puede engañarnos (Santiago 4.7).

Renuncie hoy a la maldad. Déle a Jesucristo las llaves de su corazón y de su mente. Puedo asegurarle que su existencia será totalmente transformada. Tendra plenitud en su existencia. ¡Todo será diferente!

Fernando Alexis Jiménez

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